Anatomía de un Pecado

Esta semana nos encontramos estudiando la parashá Bereshit, que nos invita a reflexionar sobre los comienzos, la creación y la naturaleza del ser humano. Uno de los temas fundamentales que se nos presenta es la pregunta: ¿por qué pecamos? ¿Qué nos lleva a actuar por debajo de nuestro potencial y a alejarnos del camino que Hashem nos ha trazado?

Para entenderlo, debemos remontarnos al primer pecado de la humanidad. Después de crear a Adam y Javá (Adán y Eva), Hashem los colocó en el Jardín del Edén y les otorgó la primera mitzvá: comer de todos los árboles del jardín, disfrutando plenamente de la magnificencia de la creación divina. Sin embargo, también les prohibió comer del Árbol del Conocimiento del Bien y del Mal, enseñándonos que incluso la vida más hermosa y abundante tiene límites que debemos respetar.

El Talmud nos presenta diversas opiniones sobre cuál era el fruto del Árbol del Conocimiento: vid, higuera o trigo. Sin embargo, según el Gaón de Vilna y el Maharal, estos frutos simbolizan los tres impulsos fundamentales de la persona: cuerpo, corazón y mente. Así, la tentación inicial de Javá (Eva) no era únicamente física, emocional o intelectual, sino una combinación de las tres. El cuerpo deseaba gratificación, el corazón anhelaba emoción y conexión, y la mente buscaba conocimiento y sabiduría. Cuando permitimos que nuestros deseos inferiores gobiernen sobre nuestra mente y nuestro corazón, caemos en el pecado y nos alejamos de la verdadera grandeza que Hashem nos ofrece.

En hebreo, las palabras que representan mente (móaj), corazón (lev) y cuerpo/riñones (klaiot), juntas, forman la palabra Melej (Rey), símbolo de la soberanía interior que debemos ejercer sobre nosotros mismos. Cuando el cuerpo o los deseos inferiores toman el control, se invierte el orden y los esfuerzos se vuelven vacíos, llevando al fracaso espiritual y moral.

La Torá nos brinda las herramientas para corregir este desequilibrio: a través de sus mitzvot y enseñanzas, nos enseña a gobernarnos, a usar nuestra mente como guía y a alinear nuestro corazón y cuerpo con el camino de la santidad. Esta semana, mientras estudiamos Bereshit, los invito a reflexionar: ¿en qué áreas de nuestra vida estamos dejando que nuestros deseos nos dominen? ¿Cómo podemos utilizar nuestra mente y nuestro libre albedrío para corregir nuestro rumbo y vivir como verdaderos “reyes” de nosotros mismos?

Que la parashá de esta semana nos inspire a aferrarnos al Árbol de la Vida, a nuestras mitzvot y al estudio de la Torá, fortaleciendo nuestra conexión con Hashem y guiando cada uno de nuestros pasos hacia la santidad y la integridad.