Sucot nos recuerda, año tras año, una lección que trasciende el tiempo y la tecnología: la verdadera seguridad y alegría no provienen de muros sólidos ni de riquezas materiales, sino de nuestra confianza y cercanía con Hashem. Cuando habitamos en la sucá, frágil y temporal, nos exponemos al viento y a los elementos, recordando la vulnerabilidad de nuestros antepasados en el desierto y reafirmando que todo sustento proviene de lo Alto.
Al construir y habitar nuestra sucá, nos sumergimos en una mitzvá que involucra cuerpo y alma. Comer, estudiar Torá y compartir momentos dentro de sus paredes es una invitación a percibir la presencia Divina en cada detalle de nuestra vida. Cada techo de ramas que dejamos ver las estrellas nos enseña a abrir nuestro corazón a lo Alto, a reconocer la bondad y la protección de Dios en todo momento.

Los cabalistas nos explican que la presencia de Hashem habita con nosotros en la sucá. Este acto nos recuerda la unidad de nuestro pueblo y la importancia de la armonía entre sus miembros, simbolizada en la mitzvá de las Cuatro Especies: etrog, lulav, mirto y sauce. Sacudirlas en todas direcciones refleja nuestro compromiso de colaborar, crecer juntos y fortalecer nuestra comunidad.
Aprovechemos estos días de Sucot para habitar plenamente en nuestra sucá: comer, estudiar, reflexionar y abrir nuestros corazones. Que cada momento en la sucá nos acerque más a Hashem y nos inspire a vivir con gratitud, alegría y conciencia de Su presencia constante.













