La Visualización de las Cuatro Especies

La Torá nos enseña: “Ulekajtem lajem baiom harishon pri eitz hadar, kapot tmarim, veanaf etz avot, varvei nachal” — “Tomarán para ustedes el primer día (de Sucot) el magnífico fruto del árbol, la hoja de palmera de dátiles, ramas de árbol trenzado, y sauces de los arroyos” (Vaikrá 23:40).

Estas palabras, que nos ordenan la mitzvá de las Cuatro Especies, encierran una profunda enseñanza sobre el ser humano y su relación con Di-s. El Etrog, bello y fragante, nos recuerda el corazón que late con amor infinito hacia Hashem. El Lulav, erguido como una columna, simboliza nuestra columna vertebral: la fortaleza para mantenernos firmes y trascender nuestras limitaciones. El Hadás, el mirto, con sus hojas en forma de ojos, nos invita a mirar la vida con abundancia, alegría y gratitud. Y el Aravá, el sauce, semejante a nuestros labios, nos recuerda la humildad del silencio, donde el alma se eleva más allá de las palabras.

Cuando tomamos las Arbaat HaMinim y las agitamos en todas las direcciones, no solo cumplimos con una mitzvá, sino que también unimos todos los aspectos de nuestro ser: corazón, cuerpo, mirada y palabra. Así aprendemos que la verdadera alegría de Sucot no surge de lo externo, sino de esa armonía interior que nos conecta con la chispa de Divinidad que cada uno lleva dentro.

Que este Sucot nos ayude a abrir el corazón como un Etrog lleno de amor, a erguirnos como un Lulav hacia lo Alto, a mirar con ojos de Hadás la abundancia en nuestras vidas y a mantener la sencillez de la Aravá en nuestro hablar. De esa unión nace la verdadera simjá, la alegría que se expande más allá de nosotros mismos e ilumina a todo nuestro entorno.