Luego de las intensas jornadas de Rosh Hashaná y Iom Kipur, llegamos a la festividad de Sucot, llamada también Zman Simjatenu, “el tiempo de nuestra alegría”. Durante siete días —ocho en la diáspora— nos trasladamos a la Sucá, un hogar frágil y transitorio que nos recuerda que nuestra verdadera protección no está en las paredes de cemento, sino en las “Nubes de Gloria” con las que Hashem cuidó a nuestro pueblo en el desierto.
Sucot es la oportunidad de experimentar, con cuerpo y alma, lo efímero de lo material y la solidez de lo espiritual. Al comer, dormir y compartir en la Sucá, declaramos con hechos que confiamos plenamente en Di-s.
Otra mitzvá central es la de las Arbaat HaMinim —las Cuatro Especies: etrog, lulav, hadás y aravá— que agitamos en todas las direcciones, reconociendo así el dominio de Hashem sobre toda la Creación y la unión de cada judío, representado en estos cuatro elementos tan distintos y, a la vez, inseparables.

Sucot es también una festividad de hospitalidad y encuentro. Recibimos en nuestras sucot a los ushpizin, los siete pastores de Israel —Abraham, Itzjak, Yaakov, Moshé, Aarón, Yosef y David—, y a la vez recordamos que estamos llamados a abrir nuestras puertas a los demás, con alegría y generosidad.
La Torá nos ordena expresamente: “Vesamajta bejagueja” —“te alegrarás en tu festividad”—, y por ello Sucot se distingue por la celebración, los cantos y la danza. No es casual que de aquí surja la culminación del ciclo festivo con Sheminí Atzeret y Simjat Torá, donde la alegría llega a su máxima expresión al bailar con la Torá, la fuente de nuestra vida.
Que esta Sucot nos ayude a fortalecer la fe, la confianza y la alegría, a recordar que, aunque la Sucá sea débil, la protección de Hashem es eterna. Y que sepamos construir, más allá de las paredes físicas, hogares llenos de luz, hospitalidad y Torá.













