¿Qué Hace Que la Comida Sea Kosher?

Muchos se preguntan qué significa realmente comer kosher. Algunos piensan que basta con evitar el cerdo o los mariscos, pero la kashrut —las leyes alimentarias de la Torá— abarcan mucho más: son una guía espiritual que nos enseña a elevar lo físico hacia lo sagrado.

La palabra kosher (o kasher) proviene del hebreo y significa “apto”, “puro” o “preparado”. No es solo una categoría de comida, sino un camino para vivir con conciencia y respeto por las leyes divinas. Cumplir con la kashrut no es una costumbre antigua: es un acto de santificación diaria, una forma de conectar lo terrenal con lo eterno.

La Torá nos indica qué animales son aptos: aquellos que tienen pezuñas partidas y son rumiantes —como la vaca, la oveja o la cabra—. Las aves permitidas son las que no se alimentan de otros animales, pues el pueblo de Israel no busca incorporar rasgos de crueldad, sino de compasión. En cuanto a los peces, deben tener aletas y escamas; por eso el salmón o el bacalao son kosher, mientras que los mariscos, tiburones o ballenas no lo son.

El proceso de faenado, conocido como shejitá, no es una mera técnica, sino un acto de misericordia. Se realiza con un cuchillo perfectamente afilado, que produce una muerte rápida e indolora. Luego, la carne se sala y se lava para eliminar la sangre, pues la Torá nos ordena no ingerirla, ya que “la sangre es la vida”.

Otra enseñanza esencial de la kashrut es no mezclar carne con leche. Este mandamiento, que puede parecer extraño a la razón, nos recuerda la distinción entre la vida (representada por la leche) y la muerte (representada por la carne). Mantener separadas ambas es reconocer la delicadeza con la que debemos tratar todo lo creado.

Incluso las frutas y verduras, que en principio son kosher, deben ser revisadas cuidadosamente para asegurarnos de que no contengan insectos. En los productos industrializados, buscamos la certificación o hejsher de una autoridad rabínica confiable, que garantiza su pureza y supervisión.

Tener una cocina kosher es crear un santuario en el hogar. Separar utensilios, hornos y platos para carne y leche no es una carga, sino una disciplina espiritual que nos educa en la sensibilidad y la intención. Cada alimento que entra en nuestra boca puede ser una oportunidad de elevarnos y agradecer.

Cumplir con la kashrut no es un fin en sí mismo, sino un medio para acercarnos al Creador. Nuestros sabios enseñan que los alimentos kosher contienen nitzotzot kedushá —chispas de santidad— que fortalecen nuestra alma. Así, al comer conforme a la Torá, no solo nutrimos el cuerpo, sino también el espíritu.

Que cada comida que tomemos sea un recordatorio de nuestra misión: hacer de lo cotidiano un acto de santidad, y de cada mesa judía, un altar donde habita la presencia divina.