Cepillarse los Dientes

Nuestros Sabios enseñan que todo lo que el hombre posee no le pertenece realmente, sino que le ha sido confiado por Hashem. El cuerpo humano —cada órgano, cada hueso, cada diente— es una propiedad sagrada, entregada al ser humano como un depósito para cuidar y preservar.

El gran Rav Avigdor Miller ztz”l nos recordaba con su sabiduría práctica que incluso el acto más cotidiano, como cepillarse los dientes, puede y debe convertirse en un acto de Avodat Hashem, de servicio al Creador. Hashem nos dio la boca para hablar palabras de Torá, para rezar, para consolar y bendecir. ¿Cómo podríamos permitir que ese instrumento sagrado se descuide o se enferme?

Rav Miller explicaba que, más allá de si usamos pasta o solo agua, lo esencial es la diligencia y el esfuerzo en mantener los dientes limpios y sanos. El que cuida su cuerpo demuestra que entiende que no le pertenece, sino que es un préstamo divino. Como el gizbor, el tesorero del Beit HaMikdash, que inspeccionaba a diario los tesoros sagrados, así también debemos inspeccionar y cuidar la “propiedad” que Hashem nos confió: nuestro propio cuerpo.

Cepillarse los dientes no es solo higiene; es una expresión de responsabilidad espiritual. Cuando evitamos que la caries dañe nuestros dientes, evitamos también el sufrimiento innecesario, el gasto excesivo, y sobre todo, la profanación del cuerpo que Hashem nos entregó. Rav Miller advertía que incluso un descuido en esto puede tener consecuencias graves para la salud general —una lección que hoy la ciencia médica confirma con claridad.

Por eso, cada noche antes de dormir, al igual que revisamos nuestras acciones del día y pedimos perdón, debemos también revisar y limpiar nuestra boca, para presentarla pura ante el Creador. Enseñemos esto a nuestros hijos: que el cuidado físico no es vanidad, sino kedushá, santidad.

El Rav solía decir con su humor característico: “Un hombre puede tener una barba hermosa y hablar palabras de Torá, pero si abre la boca y el mal aliento lo precede, es una profanación del honor que Hashem le dio”.

Por lo tanto, tengamos rajmanut, compasión, hacia nosotros mismos y hacia quienes nos rodean. Cuidemos los dientes como cuidamos la pureza de nuestras palabras. Porque, en definitiva, el cuerpo es un recipiente del alma, y el alma es una chispa de Hashem.