Hoy quiero compartir con ustedes una profunda reflexión sobre la fortaleza del pueblo judío, a la luz de lo vivido durante el segundo funeral del Capitán Daniel Perez, en Har Herzl, Jerusalén. Allí, ante la inmensidad del dolor y la pérdida, fui testigo de la mayor paradoja de nuestra nación: devastada, sí, pero inquebrantable; desgarrada, pero jamás destruida.
Durante meses, la familia de Daniel mantuvo viva la esperanza de su regreso. Y aunque finalmente recibieron la devastadora noticia de su muerte, esperaron pacientemente el momento de darle sepultura con dignidad. Fue entonces cuando presenciamos algo que trasciende cualquier explicación: la presencia de Matan Angrest, uno de los rehenes recientemente liberados, de pie ante la tumba de su comandante, débil en cuerpo, pero fuerte en espíritu, honrando la memoria de quien lo guió.

De igual manera, vi a Jon Polin, el padre de Hersh Goldberg-Polin, un joven que no logró sobrevivir al cautiverio, consolando a otras familias en duelo, ofreciendo sostén cuando el dolor parecía insuperable. Este acto de amor y solidaridad refleja la esencia misma de nuestro pueblo: aun frente a la mayor adversidad, nos levantamos y sostenemos a nuestros hermanos y hermanas.
La Psicología Positiva nos habla de resiliencia y crecimiento postraumático, pero lo vivido aquella noche superó cualquier modelo o teoría. Una nación rota, sí, pero que encuentra fuerza en la ruptura; que llora profundamente, pero se niega a rendirse. Un pueblo que sepulta a sus héroes, pero abraza a los vivos con amor y esperanza.
Hermanos y hermanas, esto es lo que siempre ha caracterizado al pueblo judío: la capacidad de avanzar juntos, de apoyarnos en lo insoportable, de hallar fortaleza en nuestra unidad y en nuestra fe. La tristeza y el orgullo pueden coexistir en nuestros corazones, y es precisamente este equilibrio el que nos permite continuar.
Que la memoria de Daniel y de todos nuestros caídos sea bendición, y que sigamos, como nación, sosteniéndonos unos a otros ante lo impensable. Sigamos adelante, juntos, desgarrados pero inquebrantables.













